Mariela Montenegro C.

Hacia una verdadera transformación educativa

El asunto fundamental, neurálgico, sustantivo que se debe comprender para ejecutar una verdadera transformación educativa es a la persona...
sábado, 20 de febrero de 2021 · 11:37

La educación ha sido, por historia, el constructo que mejor asociado ha estado al desarrollo de la persona, en su integralidad; no obstante, ha sido también el área menos favorecida por los entes políticos y por otros inherentes a ella misma. Es así como a pesar de contar con un prestigio -casi aparente- no se le ha concedido las oportunidades declaradas en diversos ámbitos sociales. Por tanto, la educación vista como un sistema que garantiza el máximo desarrollo de competencias que posee el ser humano mantiene ineludible conformación con cuestiones medulares como la escolaridad, formación, instrucción, acompañamiento, en fin, asociados todos al vínculo dado entre profesores y aprendices, maestros y discípulos, docentes y alumnos, padres e hijos, educación y sociedad.

Ahora bien, el asunto fundamental, neurálgico, sustantivo que se debe comprender para ejecutar una verdadera transformación educativa es a la persona. Saber quién es y hacia dónde va su proyecto de vida es el meollo de la cuestión. Lo irónico es que hacemos educación para enseñar: contenidos (a veces ni para eso), información, tecnologías… con unos currículos muy rígidos; pero, hemos olvidado a la persona, al ser humano que no tiene una medida porque es algo más; a esa persona que tiene espíritu, alma y cuerpo; hemos olvidado que la persona se consolida como tal, solo cuando se relaciona verdaderamente con otras personas para  ponerse a su servicio, para mirarles apreciativamente, para ser humildes, para avanzar juntos, para ser fraternos, en fin: hemos olvidado amarnos los unos a los otros. Por tanto y sin duda, la transformación educativa debe considerar a la persona/familia como principal finalidad de su quehacer. Por lo anterior, es imperativo romper el paradigma y enfocarse en otro modelo, uno que considere a la persona como educable y formable y como génesis de un nuevo mundo transformado verdaderamente. Esta modelación debe reflexionar que la persona es íntegra e integral.

Finalmente, la educación es un verdadero proceso relacional que toma en cuenta el modo de personalizarnos más, de humanizarnos más en forma trascendente y sin perder de vista que se educa a la dignidad de la persona. ¡Es posible, por supuesto que sí!, solo debemos avanzar juntos provocando una cultura del encuentro fraterno que nos potencie como verdaderos semejantes y nos permita trascender. Ciertamente, el esfuerzo, la entrega, la solidaridad, el perdón, entre otros, serán bienvenidos para la consecución de tan noble accionar. Ánimo.

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