Andrés Jaramillo

Boa constrictor

Bucaram enfrenta un proceso judicial por la venta ilegal de insumos médicos, logró que su candidatura nacional...
lunes, 1 de febrero de 2021 · 09:38

Los Bucaram nunca vieron a los comicios electorales como una vía para llegar al poder y servir. Ganar era lo segundo más importante. Lo primero fue siempre el negocio. Estar en la lid electoral les permitía recolectar los recursos suficientes para amasar su patrimonio y vivir holgadamente de la política.

La personalidad, la retórica y la capacidad histriónica de Abdalá Bucaram envolvían -como boa constrictor- a empresarios, banqueros, industriales y comerciantes. Así acumuló el suficiente poder para convertirse en una figura influyente y popular.

A cambio de dinero o influencia política, enfrentaba con acciones y discursos virulentos a los opositores de sus aliados coyunturales. Además, se jactaba de poder garantizar la gobernabilidad. Gracias a él, varios gobiernos y políticos nunca tuvieron que ensuciarse las manos. Para eso estaba Abdalá. Nadie quería tenerlo en su contra, ya sea por miedo o conveniencia. 

Llegó a la Alcaldía de Guayaquil, en 1984. El cargo le duró un año. En lugar de administrar la ciudad, usó su puesto para beneficio personal. Fue señalado por extorsionar a empresarios que no lo apoyaron en su campaña y también por peculado. Fugó a Panamá.

Volvió solo cuando la justicia determinó un sobreseimiento provisional. Buscó la presidencia en 1988 y pasó a la segunda vuelta con Rodrigo Borja. Perdió la elección, pero ganó poder económico. Nuevamente gracias a las ‘contribuciones’ de campaña.

En 1996 logró ser presidente de la República. El resultado: la Red Peñaranda; 17 diputados fueron destituidos por recibir dinero sucio del Gobierno a cambio de su apoyo en el Congreso. Los recursos salieron de contratos de venta de computadoras y libros a centros educativos, con sobreprecios. En el caso de la compra de mochilas escolares, la justicia determinó que hubo 14,5 millones de dólares en sobreprecio. La aduana se volvió una empresa particular, al mando de su hijo Jacobo Bucaram, y del dinero del Banco Central robado en sacos; en medio de su derrocamiento, ni hablar.

En su nuevo exilio en Panamá, el negocio familiar quedó en manos de su otro hijo Dalo Bucaram, quien siguiendo la tradición logró mantener vivo al partido político y su vigencia con sus campañas electorales a la Asamblea Nacional y para la Presidencia. Con la prescripción de los juicios en contra de Abdalá, él volvió al país y  se puso nuevamente a la cabeza de la estructura.

Aunque actualmente enfrenta un proceso judicial por la venta ilegal de insumos médicos, logró que su candidatura nacional a la Asamblea Nacional fuera aprobada y hace campaña con un grillete electrónico en el tobillo.

Por si fuera poco, aunque las investigaciones oficiales por el crimen de Efrain Ruales aún están en ciernes, el nombre ronda en la cabeza de todos como el elefante en el cuarto que nadie puede ignorar y que nos recuerda lo peor que la política ecuatoriana ha parido.

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