Clemente Orellana Sáenz

Mis hospitales queridos

En estos “templos del saber” hayan sido prostituidos, para realizar los execrables negocios entre corruptos de la más baja calaña, en la “repartición” miserable, ruin, criminal...
lunes, 31 de agosto de 2020 · 06:30

Me ha causado estupor y dolor, la forma como se han repartido los hospitales, entre los “ piratas” , otrora “templos del saber”, escuelas de formación de los estudiantes de medicina, de los médicos residentes asistenciales y de posgrado, en donde laboraban los mejores maestros y profesores de las facultades de medicina, en donde los directores de éstas unidades operativas de primero a tercer nivel, eran los médicos más destacados, los más sabios, aquellos que con su experiencia, eran “ faros” para que aprendan, en un proceso de enseñanza-aprendizaje, docente-dicente, nos enfrentábamos con el dolor y la muerte y muchas veces salíamos invictos y lo digo con los 43 años de graduado de médico.

Como Interno Rotativo, que es el séptimo años de medicina, antes de graduarnos y salir a la Medicina Rural, estuve en el Hospital Carlos Andrade Marín, fundado en 1970 y que congregaba a la “ crema y nata” de la medicina quiteña, largas horas de trabajo, de turnos, de guardias, entrabamos a las 07h00 y salíamos a las 17h00 del día siguiente, y empezamos el nuevo turno, es decir, dejamos nuestras mejores horas, con el sacrificio de nuestras esposas e hijos, que no nos veían nunca, no existían fiestas de navidad, año nuevo, nada, sólo el trabajo en los diferentes servicios del hospital. El Baca Ortiz en donde servíamos en la rotación de pediatría, a veces, cuidábamos cientos de niños, con las enfermeras y auxiliares, y entregábamos la guardia a los compañeros, sin muertos durante las noches.

Y al regreso del año de medicina rural, ingresé como médico residente, en el hospital Militar de Quito, igual que el Andrade Marín, con la férrea disciplina militar y así mismo lo más selecto, de los médicos especialistas, en dónde se trabajó igual que los internos rotativos, en una escala piramidal, R1, R2, R3, con exámenes de suficiencia, para pasar al siguiente año y eliminación de compañeros, que no pasaban el examen  y tenían que salir. Después la misma residencia en la Clínica Universidad de Navarra en Pamplona-España, dos años de residente en Endocrinología. A la vuelta de España, trabajé otra vez en el HCAM, ya de médico tratante, por un año.

Y di ocho años de consulta en el Hospital Eugenio Espejo, gratis, con todas las necesidades de los hospitales del MSP y 14 años en el hospital Pablo Arturo Suárez, como profesor invitado por el Consejo Universitario de la Universidad Central, en el pregrado y posgrado, sin cobrar un centavo, ni como médico y tampoco como profesor, sólo por el amor grande a la vocación de médico y servicio a la gente pobre de mi ciudad. Ya en el hospital Metropolitano de Quito, ejemplo de excelencia médica, tanto como médico asociado y después como médico activo, en forma simultánea, estoy desde el segundo año de su fundación; por lo tanto, tengo la experticia de haber sido entre interno y residente seis años de vida hospitalaria, y muchos años de tratante, hasta la actualidad, 2020.

Y que estos “templos del saber” hayan sido prostituidos, para realizar los execrables negocios entre corruptos de la más baja calaña, en la “repartición” miserable, ruin, criminal, como ha sucedido, en estos años, me llena el alma de amargura, y me rebelo en contra de esto. Solicito como médico, se enjuicie a los responsables y se los sancione con todo el rigor de la Ley, con las penas máximas, para que vayan a las cárceles y nunca más un pillo, un ladrón, haga negocios con el dolor, con la enfermedad, con el sufrimiento de los pacientes y los médicos de mi país.

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