VERÓNICA SALGADO

Los que quieren y no pueden

La pandemia afecta la vida de las personas tal como la conocíamos hace un año atrás, eso no es ninguna revelación. Sin embargo, asimilar esta transformación es una tarea bastante difícil.
lunes, 27 de julio de 2020 · 06:41

María trabaja desde hace 23 años en las calles Briceño y Guayaquil, en el Centro Histórico de Quito. Ella se encarga de cuidar los vehículos que se estacionan en ese lugar. María vive al día. Lo que gana diariamente es lo que le permite llevar un pan a su mesa. Desde que empezó la pandemia, pese a sus ganas de quedarse en casa, María no puede hacerlo. Ella se debate entre obtener el dinero para el pan diario y prevenir el contagio quedándose en casa.

María quiere, pero no puede.

Existen, sin embargo, personas que viven una situación muy diferente a la de María. Tienen un trabajo fijo, con un sueldo que se deposita al final del mes. Para estas personas, que pueden realmente quedarse en su casa para evitar contagiarse y aunar la propagación del virus, quedarse en casa no es una opción, porque hay que salir a ejercitarse y mantenerse saludables, o porque el niño se graduó y hay que hacerle la fiesta.

Estas personas pueden, pero no quieren.

La pandemia afecta la vida de las personas tal como la conocíamos hace un año atrás, eso no es ninguna revelación. Sin embargo, asimilar esta transformación es una tarea bastante difícil. En medio de este cambio se debaten realidades profundamente contradictorias, como las de María, donde los mensajes de quedarse en casa son inviables, pues el hambre puede más que el miedo.

Son miles las personas que hoy no tienen un empleo adecuado, que salen para ganarse unos dólares o se quedan y sienten el dolor en el estómago. ¿Se pueden aplicar políticas sancionatorias para quienes no tienen otra opción que salir a trabajar? Cuestión compleja y harto difícil.

Sin embargo, ese otro porcentaje de la población que tiene todas las posibilidades de quedarse en casa, de evitar reuniones, de mantener el distanciamiento y aplicar todas las medidas preventivas y no lo hace, solamente muestra una total falta de empatía, una indolencia arraigada en la comodidad que le da una nevera llena y el estómago contento.

Esa es la dicotomía en la que nos encontramos. Los que quieren y no pueden, contra los que pueden y no quieren. Valga el momento para preguntarnos en dónde queremos estar.

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