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Mimi Medinaceli, la duquesa que aprendió a bailar sevillanas en París

Hoy arranca en Sevilla el juicio por la herencia de la aristócrata, una mujer tan fascinante como discreta que fue ahijada de la reina Victoria Eugenia  

Imagen referencial
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Por:  Redacción La Verdad

“Jamás la vi desplomarse. Siempre encuentra una salida positiva para cada situación. Odia criticar a la gente. Le encanta hablar bien de todos, y cuando no puede hacerlo, calla”. Estas palabras, recogidas en el libro Duquesas (La Esfera de los Libros) de José Miguel Carrillo de Albornoz, cobran hoy un significado especial. Las dice Pablo de Hohenlohe, nieto de Victoria Eugenia Fernández de Córdoba (Madrid, 1917-Sevilla, 2013), la duquesa de Medinaceli. Una de las aristócratas más fascinantes -y discretas- de España, por cuya herencia litigan hoy sus herederos en un tribunal de la capital hispalense. Un suceso que no le habría gustado nada a Mimi, como se le conocía familiarmente, ya que si por algo era conocida era por su alergia a los medios. Tal y como advierte Carrillo de Albornoz, una de las pocas personas que tuvo la oportunidad de entrevistarla, en Duquesas, “la duquesa de Medinaceli nunca ha gustado de la notoriedad (…). Aunque algunos de sus familiares más cercanos son perseguidos y asediados por los medios rosas del reino, ella ha escapado a ese cerco y circo mediático, que le desagrada profundamente, del modo más perfecto, viviendo en un casi total anonimato en su espléndido palacio de Sevilla". Y no porque a su vida no le faltasen ingredientes para copar titulares…

Victoria Eugenia Fernández de Córdoba nació el 16 de abril de 1917 en Madrid. Su padre, el duque de Medinaceli, era uno de los hombres más ricos de España. Sus padrinos fueron los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, a quienes ella y su hermana Paz solían visitar con asiduidad a Palacio. La duquesa vivió pues el reinado de Alfonso XIII, su exilio, la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura de Franco, la llegada de la Democracia, el reinado de Juan Carlos I… Fue una de las invitadas al enlace entre los reyes Felipe y Letizia. Como cuenta su nieto Pablo en Duquesas, Mimi acudió al enlace con un valioso reloj de Vacheron Constantin regalo de su madrina.

La duquesa de Medinaceli se educó en París, en el Colegio de la Asunción de la rue du Bac. Fue precisamente allí donde aprendió a bailar sevillanas, “al son de un arpa que era tocada por una escocesa”. Ya de regreso a España Mimi contrajo matrimonio con Rafael Medina Villalonga, hijo de los marqueses de Esquivel y 12 años mayor que ella, en la Iglesia de San Bartolomé de Sevilla. Antes de divorciarse  -en 1950 Rafael volvería a casarse con Concha Rey, con quien tuvo una hija, Casilda- tuvieron cuatro hijos: Ana, marquesa de Navahermosa y condesa de Ofalia; Luis, marqués de Santisteban del Puerto; Ignacio, duque de Seborge, y Rafael, duque de Feria, fallecido en 2001, y cuyo título ostenta hoy su primogénito, Rafael. Uno de sus nueve nietos. De todos, cuenta Ignacio Carrillo de Albornoz que la duquesa sentía especial predilección por Sol y Luna, hijas del duque de Segorbe, y por Marco, Flavia y Pablo Hohenlohe, hijos de la condesa de Ofalia, ya que fueron sus primeros nietos. Pero que con Rafael y Luis, marqués de Villalba por deseo expreso de su hermano, y con los vástagos del marqués de Santisteban del Puerto la relación también era “excelente”. Todos litigan hoy por la herencia de Mimi, una mujer que decía que su vida no le importaba a nadie y a quien su círculo íntimo describía como “afable, encantadora, divertida, algo despistada y muy culta”, que hablaba varios idiomas y veía las telenovelas y los concursos de televisión en su residencia en Sevilla: Casa Pilatos, una de sus principales posesiones entre las que figuran además el Pazo de Oca (Pontevedra), el Castillo de Feria (Badajoz), el Palacio de Tavera (Toledo) e importantes obras de arte.

Muchas de estas pinturas cuelgan en la Galería de los Retratos de Casa Pilatos, donde también hay un Goya –El arrastre de las mulillas–. Pero, fiel a su singularidad, la duquesa Mimi coleccionaba… Cerditos. Por cierto: tampoco le agradaba que le mojasen el pelo cuando se lo lavaban –su nieta Flavia llegó a recomendarle, en broma, que se comprase un traje de neopreno, cosa que llegó a valorar– y, por encima de todo: “No me gusta que me hagan la pelota”.

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