Clemente Orellana Sáenz

Manuela Sáenz Aizpuru

La mujer más importante de la historia libertaria de América. Lucho por la Gran Colombia y por su General Libertador hasta las últimas consecuencias...
domingo, 27 de septiembre de 2020 · 07:00

El 25 de septiembre será el día de Manuela Sáenz, Jonatás y Natán Sáenz; en la sesión ordinaria N 91 del martes 22 de septiembre de 2020 del Concejo Metropolitano de Quito, 222 años después del nacimiento de la “ heroína quiteña” , se institucionalizó “El Día de Manuela Sáenz, Jonatás y Natán Sáenz”, en reconocimiento a la importancia histórica que tuvieron las patriotas quiteñas para la ciudad y el país; en los eventos acontecidos el 25 de septiembre  de 1828, conocido como la “Conspiración Septembrina” fue un atentado contra la vida del Libertador Simón Bolívar cuando era presidente de la Gran Colombia. Tres docenas de atacantes forzaron el ingreso a la media noche al Palacio Presidencial de San Carlos y luego de asesinar a los guardias se dirigieron al cuarto de Bolívar, quien logró escapar por la ventana, con ayuda de su compañera Manuela Sáenz cuando la heroína logró salvar la vida del Libertador Simón Bolívar. La quiteña es conocida como la Libertadora del Libertador, después de salvarle la vida en la noche septembrina Se velará por mantener de manera permanente el recuerdo de la heroína quiteña para la memoria de las actuales y futuras generaciones del Ecuador. El Concejo busca reconocer “la gesta histórica que afirmo a estas tres mujeres como fundamentales de la Independencia y como precursoras  de la lucha feminista de América Latina” Jonatás y Natán quienes sirvieron como esclavas a Manuela Sáenz, desde niñas y luego como libertas la acompañaron en su lucha hasta el final de sus días, en el destierro. En la resolución municipal también se exhorta a la Secretaria de Cultura para que gestione la recuperación  “ e intervención integral de la Hacienda Catahuango, de Manuelita Sáenz.  

Manuela Sáenz Aizpuru, es  una de las mujeres más interesantes en la Historia de nuestro país, persona de gran carácter heredado de su padre el español Simón Sáenz de Vergara, realista de convicción y de severa testarudez. Manuelita se adelantó 200 años en el tiempo en relación al marco social, cultural, económico del período en que nació, con ideas originales digna de la mejor de las feministas del siglo XXI, básicamente pro independista de las colonias de España, que después formarían los países de Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Bolivia, bajo el mando visionario y estratégico del gran Simón Bolívar y Antonio José de Sucre y la enorme influencia de Manuela en Simón. La Genérala Manuela Sáenz Aizpuru, es hija del español  don Simón Sáenz de Vergara, casado con Juana María  Del Campo Larraondo  y Valencia, una bella mujer payanesa y con quién tuvo los siguientes hijos: Juan Antonio ( del cual descendemos en línea directa los Sáenz Alomía y Orellana Sáenz), José Camilo, María  Josefa con profundas ideas realistas y una personalidad férrea actúo en el combate de Mocha con Toribio Montes, le denominaron “la heroína de Mocha” combate que le valió para que el Rey de España Felipe segundo le condecore en  1812, Martina, Juana, Clemencia, Vicente, el general José María (general de la Independencia y Prócer de la misma), siendo  oficial del batallón Numancia, el 2 de diciembre  de 1820 en Lima se pronunció por San Martín, gracias  a la influencia de su media hermana Manuela, María  Manuela y el comandante Ignacio Sáenz del Campo; seduce a la bella y linajuda María Joaquina de Aizpuru, quiteña nieta  del español  don Mateo José de Aizpuru, de noble origen vizcaíno e hija legítima del Dr. Don Mateo Aizpuru, de cuyos amores extramatrimoniales, nace Manuela en diciembre de 1795. Simón Sáenz de Vergara, abandonó a su esposa Juana del Campo en Popayán, con sus hijos, mientras vivía en Quito, fue el Rey de España, quien le ordena volver a Popayán con su esposa, él regresa a Quito y cumple el sueño dorado de estar con su esposa y su amante María Joaquina de Aizpuru, a quien amó con loca pasión. La inteligencia, el carácter, la tozudez de Manuela la convierten en una mujer excepcional, que abrazó la causa libertaria mucho antes de conocer a Simón Bolívar, ya en Lima trabaja por la emancipación y recibe el 23 de enero de 1822 el título de “Caballeresa del Sol” por parte del Libertador José de San Martín, escogida entre 112 mujeres; casa el 27 de julio de 1817 con Jaime Thorné y Grembil, en un matrimonio “arreglado” por su padre. El 16 de junio de 1822 lanzó una corona de flores al Libertador y desde ese momento inicia una relación apasionada, tormentosa, única en la que se crean profundos sentimientos de amor entre los dos y hacia la libertad de los pueblos sojuzgados por el imperio español. Le salva la vida a su amado dos veces en el Teatro Coliseo de Bogotá y en la célebre noche de septiembre de 1828, en que se enfrentó con la espada en mano en contra de los conspiradores conociéndola desde entonces como la “Libertadora del Libertador” 

Se vieron los dos amantes por última vez desde el 15 de enero al 8 de mayo de 1830; cuando supo la muerte de su amado, quiso suicidarse en Guaduas haciéndose morder por una víbora. El 1 de enero de 1834 fue expulsada de Bogotá  y Colombia por considerarla peligrosa; vivió en Jamaica por un año y retorno al Ecuador  en septiembre de 1835, sin embargo Vicente Rocafuerte (presidente de la República,8 ago.1835-31 ene.1839) prohibió su estancia en el país y fue desterrada por orden de él. Se radicó en el puerto de Paita. Tuvo una estrecha amistad con Carlos Holguín Mallarino sobrino del presidente Manuel María Mallarino (Nueva Granada,1855-1857, antepasado directo de mis hijos Orellana Guillén) y más tarde presidente de Colombia (1888-1892), al igual que Jorge Holguín Mallarino, que también sería presidente de Colombia. Manuela atiende a Gabriel García Moreno (presidente constitucional,10 ago.1869-5 ago.1875) quien llegó desterrado a Paita en septiembre de 1853, en donde permaneció 14 meses. Fallece a los 61 años el 23 de noviembre de 1856.Se ha dicho de Manuela “la insepulta de Paita” porque al morir con difteria sus pertenencias fueron quemadas y ella fue sepultada en una fosa común. 

Manuela vivió en un contexto social caracterizado por rígidas normas morales y el marco filosófico del Vínculo y el Mayorazgo, instituciones españolas nacidas en el siglo XIII y extrapoladas íntegramente a las colonias americanas, con el fin de mantener la nobleza, limpieza de sangre, posición social y económica de las familias más aristocráticas, dentro de un estrato social complejo, con los amerindios en la base, los negros en calidad de esclavos, los mestizos y mulatos y en el vértice de la pirámide social los hacendados, la alta burocracia y el clero. Sufrió el embate encarnizado de las mujeres de esa época ante una Manuela que se adelantó dos siglos en su nacimiento, pero era tan fuerte su genética y personalidad que se impuso a los prejuicios que hasta ahora 2020 persisten en contra de ella. En donde la mayoría de matrimonios eran consumados con objetivos específicos, como el ser de la misma clase social, aportar con bienes económicos, pertenecer a la misma raza y credo religioso, estructurados bajo el dominio celoso de los padres y las familias, con varios años de antelación y muchas veces cuando los actores eran niños pre púberes, sin importar los sentimientos de amor entre los contrayentes; lo importante era ser hijo legítimo, de matrimonio bendecido. La válvula fisiológica, que rompía semejante aberración social era el adulterio, el concubinato, las relaciones extramatrimoniales, el estatus de “amantes” prácticas aceptadas por una sociedad victoriana hipócrita, pero ardiente, fogosa, sensual, apasionada, expresada en infinidad de hijos “naturales”, que ayudaron a un multiplicador mestizaje, base de nuestra nacionalidad, generoso y noble. Y es la mezcla de diferentes factores sociales, familiares, genéticos y emocionales, que coadyuvan en la formación de la personalidad de Manuela haciéndola una mujer con temple, valentía, audacia, ternura, bravura y nobleza. Una aguda y fina inteligencia, que supera la genialidad; el orgullo y la dignidad propias de almas grandes, la convierten en la amiga, la compañera, la confidente, la asesora, la amante, la estratega, la ideóloga del Libertador. El icono y símbolo de la mujer quiteña, de la mujer nacida en los Andes, que rompe esquemas, códigos represivos y se alza con el poder de la inmortalidad, por encima de sus detractores, miopes del alma, que han sido olvidados por intrascendentes, en los libros de la historia de la emancipación americana. Manuela es apasionada, ama intensamente y defiende a su hombre y él jamás podrá apartarse de ella y en forma paralela ama la libertad, la justicia y la independencia, en una simbiosis eterna e indestructible, como la “Libertadora del Libertador” para orgullo del Ecuador, América y el mundo. 

 

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